NOTA DE LA AUTORA. Vaya por delante, querido lector, que estas reflexiones no buscan preocupar, ni extender el “virus del miedo”. Son solo eso: reflexiones. Espero que las leas en modo constructivo, porque desde ahí las siento.
Estado de alarma
Viernes 13 de marzo de 2020. El Presidente del Ejecutivo de España, Pedro Sánchez, ofrece una declaración institucional que solo tiene un precedente (huelga de controladores aéreos en 2010) en la historia de nuestra Democracia: el Gobierno ha decidido decretar el estado de alarma a partir de mañana. Tenía que ser Viernes 13, diría uno de mis muchos amigos estadounidenses.
Viernes 13 de marzo de 2020. De nuevo, una de esas fechas en las que probablemente muchos de nosotros (al menos, si somos españoles) recordaremos dónde estábamos y qué hacíamos exactamente, cuando dentro de unos años las futuras generaciones que ahora no llegan a entender el calado de lo que está pasando nos pregunten: “Abuela, ¿y qué fue eso del coronavirus?”.
De nuevo las noticias a la hora de la comida, pasados unos minutos de las 3 (sí, lo sé, los españoles comemos muy tarde). Digo “de nuevo” porque se me viene a la cabeza otra fecha en que también asistimos atónitos a las noticias que nos daba la televisión: el ataque a las Torres Gemelas en el 11-S. En aquella ocasión, año 2001, nos cambiaron muchos esquemas mentales y yo, que acababa de volver de EEUU donde había pasado cuatro años haciendo mi doctorado, tomé conciencia a golpes de que el equilibrio geopolítico del mundo estaba profundamente maltrecho…

Son ahora las 8 de la tarde, y aunque desde hace algunos días soy consciente de la seriedad del momento que vive el Planeta, a ratos sigo viendo las noticias y leyendo Twitter con la misma extraña sensación de estar en medio de un episodio de La Guerra de los Mundos, de H.G. Wells. Pienso en cómo se sintieron todos los radioyentes que escucharon en 1938, con grandísima alarma social, el serial radiofónico de la adaptación que hizo Orson Welles de esta narración, creyendo que estaba pasando realmente….. y me hago multitud de preguntas.
Quitando hierro al asunto
Durante semanas hemos escuchado, aletargados o inconscientes, las noticias sobre la extensión del coronavirus, sin acabar de tomarlo muy en serio. He de reconocer que yo misma no creía, hace una semana, que se necesitaría decretar el estado de alarma en el país. He seguido recibiendo memes en los grupos de Whatsapp y quizás, porque necesitábamos un poco de sentido del humor ante la creciente inquietud social, hasta los he difundido… (entono el mea culpa). Que si los anticuerpos del autónomo de Palencia, inmune al COVID19, que si el tomarse una buena botella de Albariño porque el virus no aguanta el alcohol….. y es que, al fin y al cabo, empezó a pasar en China y a pesar de la globalización, lo sentíamos muy lejos…Veíamos construir el hospital de Wuhan en 10 días y nos admirábamos todos del potencial desplegado por el gigante asiático, pero no acabábamos de darnos cuenta del verdadero problema: ningún sistema sanitario de ningún país está diseñado para absorber una pandemia de tal gravedad.
Luego los casos empezaron a extenderse por el resto del planeta, Y llegaron atisbos de preocupación genuina, al ver cómo la curva de contagio y expansión crecía exponencialmente en Italia, uno de los países que sentimos culturalmente más cercanos y amigos….

En apenas 5 días, desde el 9 de marzo, la expansión del nuevo virus se ha descontrolado en España. Una España en la que el contagio de la histeria colectiva deja vacías las estanterías de los supermercados y el corazón encogido a todos. Una realidad que nos ha obligado a ralentizar nuestras vidas, y a pararnos a reflexionar. Este bichito ha venido a mostrarnos nuestra fragilidad, pero quizás también consiga sacar de nosotros lo mejor de nuestra Humanidad.
La engañosa superioridad de nuestra mirada
¿Y por qué hemos minusvalorado la importancia de esta situación, a pesar de que el pasado 24 de febrero,Tedros Adhanom Ghebreyesus, el director de la OMS nos dijo que “el tiempo para contener el virus a escala mundial se nos estaba acabando?”
La OMS ya venía advirtiendo hace varias semanas de que una pandemia causada por un virus desconocido como este podía tener un impacto mucho más demoledor en la Humanidad que un ataque terrorista como el del 11S.
Uno de los artículos más serios que, en mi humilde opinión, están circulando estos días es el de Tomás Pueyo “Coronavirus: Why You Must Act Now”. Se basa en estadísticas y números muy certeros para advertirnos con firmeza de que es hoy cuando hay que aplicar las medidas de aislamiento social y ser, cada uno de nosotros, más responsables que nunca ante este panorama. No es pesimismo ni miedo: es realismo y es ética personal y comunitaria.
Os dejamos las versiones en inglés (https://medium.com/@tomaspueyo/coronavirus-act-today-or-people-will-die-f4d3d9cd99ca)
y en español
https://medium.com/@tomaspueyo/coronavirus-por-qu%C3%A9-debemos-actuar-ya-93079c61e200
Pero nuestra mirada aletargada, que nos ha hecho minusvalorar la amenaza actual de un minúsculo patógeno, no viene de ayer, sino que lleva forjándose muchas décadas. Desde el desarrollismo de los años 50, la sociedad occidental ha ido creándose una imagen desajustada de sí misma, imagen en la que ha dominado una mirada de altiva superioridad sobre el resto de los seres que habitan el mundo; una mirada egocéntrica y terriblemente miope. La forma de vida occidental y su egoísmo han arrasado con todas las demás. Hemos puesto al Planeta y sus recursos naturales a nuestro único servicio, sin cuestionar nuestro estilo de vida, con su primacía de lo “urbano, moderno y tecnológico”, el individualismo y la competitividad, y su menosprecio por el mundo rural. No paro de pensar en la “España Vaciada”, de la que hablaba en este otro artículo y de las protestas de nuestros agricultores de hace solo unas semanas. Se nos han olvidado las valiosísimas lecciones de las culturas indígenas y su relación con la Madre Tierra. Esas culturas más ecocéntricas que las nuestras saben bien, como dice este artículo de Luis González Reyes publicado en El Salto Diario, que “la vida surgió desde los seres vivos más minúsculos y sigue basándose en ellos. No en los superpredadores. El reino de lo pequeño es el que permite que exista la vida en el planeta.”

Los humanos, los superdepredadores, debemos comenzar a tener una mirada más ecocéntrica, o lo vamos a pasar muy mal en un futuro inminente. En los (mal llamados) países desarrollados, nuestras formas de vida nos han conducido a la sobreexplotación de los recursos por unos cuantos privilegiados, generando un mundo de desigualdades que en plena crisis del coronavirus van a ser mucho más evidentes. El “yoísmo” y la visión tan miope nos han hecho construir un sistema mucho más débil y frágil de lo que creíamos, donde con la misma rapidez que se expande el virus, caen con efecto dominó las Bolsas de medio mundo, arrastradas unas por otras (¿se nos olvidaron las lecciones del pasado reciente y de cómo acabaron los “otros felices años veinte”?), y el maltrecho y semi desmantelado sistema sanitario público empieza a dar signos de colapso.
Desearía equivocarme, pero todos empezamos a entender, de una vez, lo que se avecina en las próximas semanas. No es una mirada catastrofista, solo realista.
Un mundo de flagrantes desigualdades
Tampoco hace falta enviar muy lejos la mirada para pensar en quiénes van a sufrir más esta pandemia. Me preocupan, evidentemente, los más de 30 millones de personas que no tienen un seguro médico en EEUU porque no pueden permitirse pagarlo a causa de sus exiguos salarios; y no puedo quitarme de la cabeza a los países con un casi inexistente sistema sanitario moderno (el vecino Marruecos empieza a tener serios problemas de atención a sus casos más graves mientras escribo estas líneas). Pero ahora mismo, no hablo solo de la atención sanitaria. Practicando el Glocal (Piensa en Global, actúa en Local) estoy pensando más en las consecuencias que tendrán esta crisis y la más que probable recesión en las capas más humildes de la sociedad española: la realidad de algunos de mis familiares y amigos, la de mi pueblo de la España vaciada, la del barrio obrero donde me crié en Madrid; la de mi entorno con rentas per cápita que no superan por mucho lo que se considera “digno” para vivir. Pienso en lo cercano no por falta de empatía con el resto de las personas que están sufriendo más que nosotros en este mundo global (imposible no pensar en los refugiados sirios atrapados entre la frontera turca y la griega y a la Europa desarrollada que les da la espalda). Pienso en lo más inmediato porque es donde, como ciudadana responsable y como pequeña empresaria, podré tener algún tipo de efecto de alivio, por nimio que sea, y podré mostrar mi solidaridad.

Empiezan a circular peticiones en Change.Org para que el gobierno español ampare a los autónomos y las pequeñas empresas que no podrán trabajar ni facturarán durante estos días de blindaje y parón forzoso. Me llegan noticias de despidos fulminantes y sospechosamente fraudulentos, con firmas “forzadas por no haber superado el periodo de prueba” en colegios, o en el personal que había sido contratado para las campañas de la hostelería turística con razón de las Fallas o la Semana Santa que ya no se celebrarán… Los más de 400.000 camioneros que aseguran la logística de este país piden medidas que aseguren su actividad en esta crisis, al tiempo que se lamentan de que el Ejecutivo haya dejado al sector del transporte por carretera fuera del paquete de medidas de choque aprobado ayer jueves para atajar el impacto económico del coronavirus.…..
En fin; todos sabemos que en España la brecha social causada por esa “mirada de engañosa superioridad” del neoliberalismo también existe. Y el papel que tiene la educación en esta brecha también es innegable. Quizás el coronavirus nos haga replantearnos, seriamente, si esta es la educación que todos queremos.
La Educación como garante de igualdad
Hace unos días leía este fabuloso artículo de Rodrigo Juan García, “Innovar para no cambiar” publicado en El diario de la educación, que denuncia las desigualdades promovidas por un sistema escolar que sigue aumentando la brecha. La llamada “mejora de la calidad de la educación” no ha conseguido llegar en las últimas décadas a los más débiles, justo los que más van a sufrir la crisis que vendrá con el coronavirus.
La educación debería servir como “ascensor” social, y garantizar una sociedad más justa, equitativa, solidaria y de mayor progreso humano en busca del Bien Común, pero no ha sido así. El artículo cuestiona que innovar en educación tenga que ir de la mano de generar competitividad entre centros educativos y estudiantes, puesto que a juicio del autor, juicio que suscribo desde estas líneas, esta forma de concebir el hecho educativo es incompatible con la finalidad, genuinamente educativa, de fomentar la inclusión.

Este enlace a otro interesante estudio de Save the Children defiende, de modo similar, que un sistema educativo que segrega, o no inclusivo, limita las posibilidades de desarrollo de la infancia, sobre todo de la más vulnerable. Aquellos países que tienen mejores sistemas educativos son aquellos que apuestan, no solo por la calidad y la excelencia educativa, sino por la equidad. Pues bien: como indican claramente los resultados de PISA y repite el mismo informe, en España el índice de segregación ha aumentado un 13,4% en los últimos 10 años, llegando al 0,31. Esto sitúa a nuestro país en el sexto puesto del ranking europeo con las puntuaciones más altas de segregación escolar por cuestiones socioeconómicas, por encima del promedio de la UE.
Las lecciones que la educación debería sacar de esta crisis.
Como he dicho más arriba, me estoy haciendo multitud de preguntas estos días, y desde la infoxicación que sufrimos en los mass media y las redes sociales, no todas tienen respuesta. Pero sí tengo certezas que se afianzan en medio de estas circunstancias. Necesitamos urgentemente educar a las nuevas generaciones en una visión más ecocéntrica, y no tan egocéntrica, tomando conciencia de nuestra fragilidad. Ya sabíamos que el cambio climático ayuda a la propagación de virus y patógenos entre distintos mamíferos, y quizás el coronavirus sea solo eso: la respuesta de autorregulación de un planeta que grita “¡Basta!” a unos seres que lo han sobreexplotado hasta un punto de no retorno (ojalá estemos a tiempo de salvar nuestra casa). La educación de los próximos años tiene que conducirnos a ideas de desarrollo basadas en la sostenibilidad, el equilibrio, el reparto equitativo de los recursos y acabar con la sobreexplotación de los mismos.
También, como decía en varios de mis posts anteriores (https://evateba.com/retos-del-lider/) (https://evateba.com/los-desafios-de-la-educacion/) es el momento de volvernos más humanos que nunca. Necesitamos una educación que trabaje decididamente por el respeto a la vida y la dignidad humana, la igualdad de derechos y la justicia social, la responsabilidad compartida de nuestro futuro común, en armonía con el Planeta, y la aceptación de la diversidad cultural y social como la mayor de nuestras riquezas. Los procesos y situaciones de transformación que nos llevarán a este futuro educativo que trabaje por el bien común y la sostenibilidad son maravillosas oportunidades.
Mientras veo trabajar con motivación y fe a los profesionales de los servicios sanitarios del país (nuestro agradecimiento gigantesco y de corazón desde estas líneas), pienso que el coronavirus nos deja también esta lección: es una urgencia educativa enseñar otros caminos para relaciones sociales en las que predominen la empatía, la responsabilidad individual y colectiva, la ética y el civismo; una educación que premie la ayuda, la solidaridad y cooperación.
Es también hora de volver a la Mayéutica, a la búsqueda de nuevos paradigmas haciéndonos nuevas preguntas, cuestionando desde el pensamiento crítico para descubrir nuestra Verdad, cualquiera que sea, y regirnos por ella, y no por la que nos quieren imponer. Es el tiempo de la adopción colectiva de decisiones, del rechazo a toda forma de hegemonía, estereotipos y prejuicios, para adoptar actitudes de interculturalidad, que nos permitan el equilibrio entre los valores más universales y el respeto al pluralismo. Poder crear, en fin, una sociedad más participativa e inclusiva desde la nueva educación.

Todos juntos vamos a poder con esto
Ignacio López Goñi, en su artículo “Diez buenas noticias sobre el coronavirus» publicado hace unos días en The conversation, nos recordaba que nunca antes de ahora el mundo científico había colaborado tanto y de modo tan eficiente en la producción de conocimiento para luchar, todos unidos, contra esta amenaza global.
Esta crisis nos está mostrando que debemos mantenernos unidos como raza humana. Y es que, como decía Desmond Tutu, “Mi humanidad está ligada a la tuya, porque solo juntos podemos ser más humanos”.
Cuando pase esta tempestad que ahora nos azota, deberemos pensar en cuáles son las verdaderas “Urgencias educativas” de nuestro tiempo.
Gracias Eva por estas palabras tan perfectamente elegidas y pensadas. No puedo estar más de acuerdo contigo. GRACIAS DE CORAZÓN. Ojalá aprendamos y saquemos el buen jugo de todo esto.
Gracias a ti por leerme, Elena. Sé que estás luchando por el cambio que tanto necesitamos en la nueva Educación, me consta que entre todos los iremos consiguiendo poco a poco. Un abrazo transformador y esperanzado.
Estupendo análisis Eva, la educación será el eje desde donde hay que apostar para mirar nuestro mundo de otra manera, respetarlo y hacernos uno porque si no, no avanzaremos. Y es una interesante propuesta para ver esta crisis como una oportunidad, es tiempo de cambiar, frente al «¡basta ya!»que nos lanza la naturaleza….
Gracias, Sara, por compartir la opinión de que las crisis se pueden compartir en oportunidades si sabemos mirar atentamente. Un abrazo, Eva
¿Un nuevo tiempo?
Me ha despertado el silencio, quietud más bien, al otro lado de mis cristales. Una caricia, ¿lo habré soñado? Con los ojos ya abiertos agradezco un respeto a la noche, al sueño propio y ajeno, que desconocía. Ayer me dormí nerviosa, ahora me siento descansada, lista para adaptarme a un tiempo que no necesito estirar como un chicle. Extrañeza. Observo el cielo despejado, insolente, y abajo el vacío de una ciudad sin volumen. No hay prisa, me digo, y trato de imaginar esas vidas ahora invisibles, recogidas en espacios igual de cerrados que el mío, pero abiertos a imaginar, a reflexionar. Enciendo la radio, todo suena más alto. Mientras preparo el desayuno evoco la imagen de los estantes desiertos del supermercado. Necesito abrir la ventana, respirar hondo, quizás un aire más limpio, pero recorro con la mirada las persianas bajadas de los comercios del barrio. Percibo su angustia. Las tostadas, que no se quemen. Enseguida nos reunimos en familia. La mesa, la charla, el plan. Es el peor año para que esto pase, se lamenta mi hijo. No lo sé, pero eso no es lo importante. ¿Entonces? Pienso en que el ecosistema es una víctima más, mira el clima, en nuestro consumo depredador, mira el súper, en la esclavitud de la tecnología, levanta la cabeza, en cómo las políticas neoliberales arrasan lo público, ya ves los hospitales, en la injusticia normal, es una lotería, en el culto al dinero y la fama, ahí están las redes, en que lo normal mola porque lo diferente mosquea. Pero solo lo pienso. Entonces, ¿qué es lo importante?, me pregunta de nuevo. A ver si lo averiguas, que en eso consiste también.
Mantengamos la fe en que cada persona escuche su interior, conecte con lo que es verdaderamente importante, y descubra, descubramos, que el camino que llevábamos hasta ahora hay que cambiarlo radicalmente. Yo creo que sí estamos ante un nuevo tiempo. Ojalá el futuro cercano nos dé la razón. Un abrazo, Eva
Como siempre, un placer leerte. Creo que tienes un don para transformar en palabras lo que hay en tu alma…y, por todo lo que dices en este blog, también en la mía. Creo firmemente en que esta pandemia es un aviso, un mensaje contundente de un planeta que lleva años gritando “auxilio” porque estamos acabando con él, sin darnos cuenta de que al tiempo…estamos también acabando con nosotros mismos! Así de egocéntricos nos hemos vuelto los seres “humanos”, que cada día tenemos más de seres y menos de humanos. Como escuché una vez decir a Rafa Guerrero: “la parte humana del ser humano, no es innata, hay que educarla!” No fueron esas sus palabras exactas, pero ese era el mensaje. La humanidad del ser humano se desarrolla en sociedad, con “toda la tribu” como dice Marina. Espero que después de esto, cuando volvamos a “salir a la luz”, los seres humanos hayamos aprendido la lección y nos tomemos en serio lo que nos está diciendo el planeta. Espero que de esta toma de conciencia, empecemos a ver acciones concretas que nos lleven a una educación diferente en la que aprendamos a respetarnos y a respetar.
Te dejo un regalo que me llegó hoy y que encaja muy bien con este blog:
“And the people stayed home. And read books, and listened, and rested, and exercised, and made art, and played games, and learned new ways of being, and were still. And listened more deeply. Some meditated, some prayed, some danced. Some met their shadows. And the people began to think differently.
«And the people healed. And, in the absence of people living in ignorant, dangerous, mindless, and heartless ways, the earth began to heal.
«And when the danger passed, and the people joined together again, they grieved their losses, and made new choices, and dreamed new images, and created new ways to live and heal the earth fully, as they had been healed.»
~Kitty O’Meara
¡Gracias Eva Teba, por ser una inspiración, por tu ímpetu y por tu elocuencia de corazón…bien documentada!
Gracias a ti por saber mirar a tu alrededor del modo correcto, para que podamos sanarnos y sanar el mundo tan maltrecho que tenemos hoy; para transformarlo a través de la toma de conciencia y de la verdadera Educación en un lugar verdaderamente humano. Un abrazo, María José.
Gracias por tus palabras, pensamientos y saberes que ayudan a ir más allá y aclarar las ideas, algo turbias estos días. Humanizar la escuela, la familia, la sociedad… El coronavirus y sus consecuencias nos aterran, así que aprovechemos para desinfectar nuestro corazón. De esa limpieza pueden surgir cosas muy bellas y muchos más limpias que la maraña estresante, consumista y voraz en la que aceptamos vivir cada día… STOP No hagamos un paréntesis, sino limpieza y reinstalación de nuestro sistema de vida.
Gracias Eva por construir!!!!
Tenemos delante una oportunidad de, como bien dices, desinfectar nuestro corazón. Ojalá la Humanidad la aproveche bien. Un abrazo enorme y sigamos sumando, desde la Educación, desde la Música… cada uno desde donde pueda y quiera. Eva
Desde México, gracias !!!
Hiram Valdez Chávez
Presidente de Comnapaz México
Es un placer conversar, construir red con un país que adoro, como es México, y con el que he trabajado en anteriores ocasiones. Un saludo, Hiram, un saludo, México.