Hace apenas dos semanas que se han celebrado elecciones generales en España. En los días previos al 28A, los ciudadanos han podido ver dos debates televisivos a cuatro bandas, en que los candidatos principales han expuesto diferentes aspectos de sus programas electorales y han enfrentado sus argumentos (con desigual acierto en las formas, todo hay que decirlo). De los casi 190 minutos totales de debate, aproximadamente se dedicaron 8 minutos al tema educativo, como denunciaba este artículo de Diario de la Educación
No es muy halagüeño el panorama…. pero qué esperar cuando hablamos de “gasto” en Educación y Sanidad y sin embargo usamos la palabra “inversión” para rescatar autopistas…
La Educación en España tiene, supongo que igual que en otras partes del mundo, bastantes problemas que resolver. Por algún lugar habrá que empezar a buscar soluciones. Y para mí, uno de los problemas endémicos que tenemos en este país es una deficiente formación inicial docente, tanto en cantidad como en calidad. Si bien buena parte de la comunidad educativa reconoce lo que acabo de afirmar y hay bastante consenso sobre la necesidad de ponerle remedio, no deja de ser una cuestión muy espinosa. Cuando se habla abiertamente de ello, alguien se siente aludido y molesto. Las facultades de Educación; los legisladores educativos; los docentes; los aspirantes a una plaza en las próximas oposiciones…
A pesar del “escozor” que sentimos al calibrar el problema, la realidad es que, como nos cuenta Miguel Ángel Santos Guerra en su artículo “De la teoría y práctica de la natación”
Si ser buen docente se comparara con aprender a nadar, la realidad es que estamos intentando formar futuros nadadores de las aulas con un currículum integrado por las siguientes materias: Química del agua; Historia de la navegación; Filosofía de la natación; Economía de la natación; Estilos de natación; Marcas olímpicas….. y con una “parte práctica” consistente en ver un vídeo de Michael Phelps sobre el que escribir un trabajo de reflexión de 200 folios. Algo hay que hacer para transformar esta realidad.
A vueltas con el MIR educativo
Quizá el lector recuerde que a finales de 2017 el Consejo Escolar del Estado, en el que está representada toda la comunidad educativa, aprobó un informe en el que planteaba estudiar la posibilidad de un MIR educativo, con el siguiente argumento: “el profesorado es un factor clave en la calidad de los sistemas educativos y debe ser una profesión fortalecida”. De modo paralelo se manifestaron los más de 80 expertos en educación, consultados por la subcomisión parlamentaria que durante 15 meses estuvo discutiendo sobre un posible Pacto de Estado para la Educación, que como todos recordamos no llegó a buen puerto.
Tanto la OCDE como la UE han recomendado, también, mejorar la formación inicial docente, la selección docente y el apoyo al desarrollo de la carrera profesional. En casi dos tercios de nuestros vecinos europeos los docentes recién titulados tienen acceso a fases de iniciación estructuradas y apoyo al inicio de su carrera, a través de programas de mentoría y prácticas remuneradas.
Y no solo en Europa nos superan en el modo en que se concibe la formación inicial docente. En alguna de sus entradas para “El Adarve”, Miguel Ángel Santos Guerra nos recuerda que en Cuba, por ejemplo, existen tantos Institutos pedagógicos cómo Facultades de Grados. De este modo, si alguien quiere ser químico se dirigirá a la Facultad de Química, pero si lo que desea ser profesor de Química, se inscribe en el Instituto Pedagógico de Química.

¿Por qué no prospera la idea?
La primera vez que oímos a un Ministro de Educación proponer abiertamente el MIR educativo fue a Íñigo Méndez de Vigo, el sucesor en el cargo de Wert, allá por febrero de 2018, y probablemente muchos recordamos la polémica que desató y los argumentos que se dieron en contra de que se pudiese articular. Entre otros, que haría falta una fortísima inversión para llevarlo a cabo; que ya existe un “Practicum” en los Grados de Magisterio y el Máster de Educación Secundaria, y el hecho de que estos “nuevos egresados” que hicieran el MIR, mejor preparados, podrían hacer peligrar el estatus de los interinos de los centros públicos. Algún otro argumento que un buen amigo me planteaba hace poco es que “el MIR educativo culpa al profesor o al aspirante a docente de un mal únicamente achacable al Sistema, y carga sobre las espaldas del docente una responsabilidad que no es suya”. Yo creo, sin embargo, que por mucho que el problema sea del Sistema, no podemos evadir tampoco la responsabilidad que tenemos como docentes a nivel particular. Malos docentes los hay, como las Meigas, aunque nos pese. Docentes que por falta de ética, preparación, vocación, apoyo de sus directivos, o ilusión paulatinamente perdida estrellan a los aprendices con un muro de frustración, desmotivación, y pérdida de autoestima y autoconcepto. Como ese docente que hace unos días, en una formación en que intentaba explicar la diferencia entre la evaluación sumativa y la formativa, me soltó delante de 35 compañeros “yo hago evaluación restativa, me paso el día poniendo negativos”. Y alguno de los colegas hasta le rió la gracia.

Quisiera, humildemente, dar mi opinión sobre este importantísimo tema y generar con los lectores un debate sano. Personalmente, la sensación que tengo es que estamos perdiendo el foco. No parece que estemos discutiendo, en sí misma, la pertinencia o no de la reforma, ni sus beneficios. La sensación que tengo es que se ha politizado este tema, como sucede con otras muchas cuestiones que impactan en la vida social del país. Y me apena constatar que una medida como esta, que es realista, pertinente y necesaria, cuente con el rechazo frontal de un amplio sector de la población docente, simple y llanamente por haber sido defendida por personas del espectro político “contrario” a aquel en el que se cree. Y como siempre digo a mis alumnos, quien piensa diferente a ti no es el enemigo, es quien complementa y matiza tu percepción de la realidad. El mapa no es el territorio.
Algunas ventajas
Creo que llevar a cabo este MIR educativo, o la etiqueta que se le quiera dar a la reforma de la formación inicial docente, tendría algunas ventajas que paso a enumerar:
- Una mejor y más práctica formación inicial de los docentes recién incorporados a la profesión tendría un efecto de renovación que traerá aire fresco y nuevas formas de hacer a un sistema educativo que lleva varias décadas con tasas de abandono escolar temprano en torno al 19%, la segunda más alta de toda Europa, porcentaje que no logramos remontar significativamente.
- La reforma permitiría que los futuros docentes transitasen por tipologías de centros diferentes (rurales, urbanos, de integración, de enseñanza compensatoria, públicos, concertados y privados….) y se preparasen de modo más completo y satisfactorio para los distintos escenarios que se encontrarán a lo largo de su vida laboral.
- Nos permitiría detectar el talento y las vocaciones más carismáticas desde temprano, para construir un cuerpo de docentes líderes dentro de sus aulas, en las escuelas y de cara a la administración. (Liderazgo participativo).
- Tendríamos la oportunidad a que los docentes más experimentados y reconocidos utilicen su buena praxis y conocimientos para mentorizar a otros compañeros que están empezando. Esto redundaría en un empoderamiento de los mejores, y se podrían establecer mecanismos de reconocimiento, incentivos y méritos. Este es el verdadero “premio docente” que deberíamos perseguir, y no quizás los premios de los que hablo en este otro post.
- A su vez, este sistema de mentoría favorecerá una nueva visión de cómo gestionar el conocimiento y el talento en nuestras escuelas, y una mayor apertura hacia sistemas de coaching cruzado y aprendizaje entre iguales, además de fomentar la evaluación formadora también entre los docentes españoles, que a menudo entienden la evaluación del desempeño como una fiscalización o injerencia en sus tareas.
- Se crearía una oportunidad de trabajo remunerado aquellos jóvenes que están iniciando su carrera docente, mientras, por ejemplo, preparan oposiciones acceso a la escuela pública.
- Una formación inicial de este tipo daría la oportunidad de que las personas que llegan a la docencia entiendan los retos a los que se enfrentarán por el resto de su vida si deciden seguir ejerciendo. Como dice Santos Guerra, esto haría que no se convirtieran, a medio o largo plazo, en “cadáveres psicológicos” en las escuelas o sufrieran desde temprano el síndrome del Burn-Out, o “profesor quemado”. Si en el tiempo que dure el MIR educativo un aspirante entiende que “esto no es lo mío”, podría abandonar sin tener la sensación de haber malgastado completamente dos años de su vida, dado que se le habría remunerado por su trabajo.
- El MIR educativo haría que la escuela tuviese más recursos humanos para atender la diversidad y la complejidad del hecho educativo.

En conclusión
Si todos estamos convencidos de que una Educación de Calidad es la base de una sociedad más justa, equitativa y próspera, y la mejor garantía de futuro, tenemos el deber de establecer procesos eficaces para aumentar las exigencias de acceso a la profesión docente, además de establecer controles eficaces sobre la competencia profesional. Y esos controles deben asegurar no solo un eficaz desempeño en las dimensiones propias de cada campo disciplinar, sino de las competencias emocionales, pedagógicas, metodológicas, didácticas, digitales y comunicativas, para asegurarnos de tener los profesores que nos merecemos.
En la formación, y más en la inicial, lo que cada docente debe perseguir es llegar a ser la mejor versión de sí mismo. Tenemos el deber ético y social de alcanzar el mayor desarrollo posible con toda nuestra dedicación, pasión y esfuerzo.
Una reflexión muy útil…. Qué ganas tenemos de que se tomen de una vez buenas decisiones y cuánto lo necesitamos !!!! Gracias por ayudarnos a pensar!