Como muchos otros filólogos que viven en este país, estoy suscrita a la FUNDÉU- Fundación del Español Urgente. Se trata de una fundación creada en febrero de 2005 en Madrid, fruto del acuerdo y participación equitativa del BBVA y la Agencia EFE. La suscripción, gratuita, permite recibir todos los días en tu buzón de correo electrónico una recomendación diaria de uso lingüístico, casi siempre referente a asuntos de plena actualidad. Supongo que el avispado lector adivinará que las recomendaciones de estos pasados días tienen que ver con el tema que monopoliza nuestras vidas y conversaciones desde principios de marzo: la pandemia causada por el COVID 19. Así que estos días ha aprendido que “cuarentenar” es un verbo válido, que no es lo mismo “tasa de mortalidad” que “tasa de letalidad” y que “dar positivo”, en su uso gramatical, puede llevar en la construcción de régimen dos preposiciones: “dar positivo en” y “dar positivo por”. No sé si eran aprendizajes que hubiera hecho en otras circunstancias, si me hubieran dado a elegir, pero ahí están. Y como decían las monjas con las que me eduqué, “el saber no ocupa lugar”.

Fue a través de esa recomendación diaria que me llegó un neologismo que, sin embargo, sí venía necesitando a estas alturas: INFODEMIA. Comparto la definición de FUNDÉU, por si aún no habíais topado con él: el término infodemia, que se emplea para referirse a la sobreabundancia de información (alguna rigurosa y otra falsa) sobre un tema, está bien formado y, por tanto, se considera válido.”.
Y es que, en estos días de confinamiento (ya estamos oficialmente en el día 13, aunque yo llevo por voluntad propia 16 días en casa), me está costando lidiar con este estado de infodemia, derivado de la hiperconexión digital. Me resulta complicado equilibrar mentalmente la necesidad (muy humana, por cierto) de mantenerme informada sobre los datos de esta pandemia, leer algo que considero importante, que provenga de una buena fuente, o sumergirme una narrativa que aporte, y a un tiempo no irritarme con el sempiterno ruidito de la campana de notificaciones de las redes sociales, que ya me trepana los tímpanos y los sesos.
Porque el tema de la sobrecarga de mensajes ha sido lo primero que me ha saturado. Los primeros días era lógico comentar con todo el mundo cómo nos había alterado la vida “esto de la cuarentena”. Estábamos (y aún estamos, lógicamente) preocupados por cuántos de nuestros amigos o allegados no podrán trabajar, van a pasar por un ERTE y si tienen o no que exponerse a salir a la calle porque sus trabajos así lo requieren. En estos primeros compases de la cuarentena, algunos se quejaban en los grupos de WhatsApp del fastidio que les suponía que “el virus de los chinos” les hubiera robado su Semana Santa de procesiones o sus vacaciones en la playa. Con todos mis respetos, este tipo de cuestiones tan faltas de empatía, los memes de mal gusto y los “cuñadismos” que destilan odio y enfrentan en un momento en el que debemos estar unidos y construir, fue lo primero que comencé a esquivar al inicio de la “coronalipsis”, como le llama a este parón el buen amigo José Utrilla. Y no era fácil esquivarlos, cuando el icono del buscador de internet en el que lees los periódicos está tan cerca del icono de Facebook o de Whatsapp…

Casi a la vez que esta primera “infoxicación” de las redes sociales, se estaba dando el empeño, muy loable por otra parte, de intercambiar todo tipo de recursos online para padres que tenían que entretener el tiempo de sus hijos, ahora encerrados en casa las 24 horas del día (no olvidemos, además, aprovechar para desempolvar aquellos juegos de mesa que hace tiempo que no disfrutamos en familia, o abrazar a nuestros niños y adolescentes y hacerles cosquillas). También hemos compartido toneladas de información con aquellos profesores que tenían que organizar de la noche a la mañana sus clases para hacer la transición de la presencialidad a la enseñanza virtual. No exagero si digo que me han estado llegando, a diario, entre treinta y cincuenta notificaciones: las mejores herramientas para hacer videoconferencia con un grupo, toda clase de recursos de aprendizaje online y la gratuidad de bibliotecas y licencias digitales, apps, complementos, videotutoriales, y juegos educativos. Algunas de ellas las hemos compartido diligentemente en las redes de Educando (@educando4macion en Twitter e Instagram).
A pesar de llevar casi tres años alejada de las aulas de secundaria y bachillerato y dedicada ahora a la universidad y al mundo de la consultoría y la formación, siempre me tuve por una usuaria aceptable de las “pedagogías emergentes” de las que Jordi Adell y Linda Castañeda hablaron ya en un lejano 2012. Sé que fui la primera en el colegio donde trabajaba entonces en practicar Flipped Classroom e incluso escribí sobre ello en una revista digital ahora desaparecida: “Ideas Clave Magazine”. En esta circunstancia de la cuarentena, sin embargo, y ante tanta “infoxicación” sobre el uso de las TIC en educación, no puedo dejar de preguntarme: ¿les queda tiempo a los maestros y profesores para pararse a reflexionar sobre cómo van a organizarse con los chavales, qué van a mantener y qué van a cambiar en este tiempo que nos quede de confinamiento? ¿Con tanto “ruido” sobre herramientas, pueden aún pensar con claridad en cómo van a dar seguimiento, evaluar y calificar ahora? ¿Le están dedicando espacio al contacto emocional con los chicos, tan necesario o más que lo académico, mientras se angustian intentando hacerlo cada día lo mejor que saben, con tanto bombardeo sobre la “mejor y definitiva estrategia para la docencia en línea” y siendo conscientes de su escasa competencia digital, en muchos casos?

Son muchos los expertos en educación que están alertando estos días de los peligros de “pasarse de celo” con las tareas, y generar sobrecarga y estrés. También han hablado de lo que puede suponer este cambio radical para el sistema educativo. Recomiendo estos dos artículos del grandísimo Fernando Trujillo y este de otro genio de la educación digital, David Álvarez.
La casuística que describen ambos es algo que estoy viendo en mi hijo de 13 años…..aunque solo ha recibido tres clases por videoconferencia en estos días.. ¡ahora está pasando casi más horas haciendo interminables tareas que cuando iba al instituto! y con ello pasa mucho más tiempo sentado frente a la pantalla… así que tengo que inventar algunos subterfugios para que haga otras cosas “de familia” conmigo, como cocinar, tener alguna rutina deportiva o simplemente disfrutar de su hermano mayor, que acaba de volver de su escuela internacional, también cerrada a causa de la pandemia.
Tengo claro que esta hiperconexión favorecida por el confinamiento trae algunas cosas buenas. He podido leer con calma estos días, por ejemplo, las visiones de varios de los mejores pensadores del siglo XXI sobre el mundo que sobrevendrá tras la pandemia, y reconozco que resulta un ejercicio muy estimulante. Por un lado, el historiador israelí Yuval Noah Harari, autor de tres libros que todo el mundo debería leer: Sapiens: De animales a dioses; Homo Deus: Breve historia del mañana y 21 lecciones para el siglo XXI. Harari nos recuerda (entre otras muchas cuestiones que no destripo al lector) cómo nuestra especie actúa de un modo tan destructivo en el Planeta como el COVID 19 lo está haciendo ahora con nuestros cuerpos: invadiendo y destruyendo el cuerpo de quien lo acoge…
Una visión con la que estoy bastante alineada es la del pensador esloveno Slavoj Žižek, que defiende que este bichito asestará un golpe mortal al neoliberalismo, y permitirá la expansión de una sociedad alternativa, basada en la cooperación y la solidaridad global.
En franca contraposición a Žižek, la visión del filósofo surcoreano Byung Chul Han
y
que defiende que el capitalismo regresará con más fuerza aún, en una sociedad que preferirá perder sus libertades y obedecer ciegamente, lo cual pasará porque nos hipervigilen digitalmente, con tal de seguir adelante con nuestros privilegios y el individualismo. En una línea similar, la escritora y periodista Naomi Klein, con su «doctrina del shock». A la vista de lo ocurrido tras el 11-S, cuando la sociedad aceptó la tortura como forma de defensa ante las amenazas terroristas, cree que lo que nos espera es “la estrategia política de utilizar las crisis a gran escala para impulsar políticas que sistemáticamente profundizan la desigualdad, enriquecen a las élites y debilitan a todos los demás”.
En este tiempo en que leemos más que nunca, hay que dar las gracias, desde luego, de que España es un país (aparentemente) libre de censura férrea. Como ya decía en este otro post , bien usadas, las tecnologías sirven para empoderarnos. Por eso también he podido leer la denuncia de Reporteros sin Fronteras y la historia del doctor Li Wen Liang, uno de los ocho médicos detenidos por las autoridades chinas por “difundir falsos rumores”, cuando el día 30 de diciembre, y saltándose la férrea censura china, alertaron de la gravedad del COVID-19. El doctor Wen Liang fue una de las primeras víctimas de esta pandemia…
Pero en medio de esta hiperconexión y de la posibilidad de estar informados, también llega la infodemia de la que hablaba al comienzo. Ya he perdido la cuenta de cuántas FakeNews me están llegando durante la cuarentena… corren más que el propio virus…y me pregunto qué efectos están teniendo en la moral de las personas y en el aumento del temor que empiezo a notar en la sociedad.
Me saltaron las alarmas hace unos días, cuando un buen amigo me pidió que le ayudara a contrastar si un supuesto análisis de Noam Chomsky era realmente atribuible al activista, filósofo, politólogo y lingüista estadounidense. Le había llegado por Whatsapp y no le cuadraban excesivamente algunas afirmaciones. Era una teoría conspiranoica sobre el Coronavirus y la geopolítica mundial. Este delirio venía a decir, en resumen, que toda la situación actual escondía una guerra bacteriológica de baja intensidad orquestada por Estados Unidos para parar la locomotora china, y no perder su supremacía mundial económica. De por medio, metía el odio de Trump hacia Salvini (a España, por cierto, no la mencionaba) y el mantener a raya a otros enemigos de EEUU e Israel; crear un “patio trasero” de EEUU en Latinoamérica y hacer desaparecer a la Unión Europea como potencia económica. En cuanto me puse a investigar, encontré que Chomsky había criticado a Trump por su falta de reacción contundente, pero nada más…..la fuente de la falsa noticia era una televisión estatal pagada por un gobierno latinoamericano bastante dado a la más descarada manipulación mediática… no es mi intención hablar de política en este post, así que continúo.

A los dos días, me llega a través de otro amigo un bellísimo poema, traducido al español, que paso a reproducir:
Y la gente se quedó en casa.
Y leyó libros y escuchó música.
Y descansó y se ejercitó.
E hizo arte y jugó.
Y aprendió nuevas formas de ser.
Y se detuvo.
Y escuchó más profundamente. Alguno meditaba.
Alguno rezaba.
Alguno bailaba.
Alguno se encontró con su propia sombra.
Y la gente empezó a pensar de forma diferente.
Y la gente se curó.
Y en ausencia de personas que viven de manera ignorante
Peligrosa
Sin sentido y sin corazón
Incluso la tierra comenzó a sanar.
Y cuando el peligro terminó
Y la gente se encontró de nuevo
Lloraron por los muertos.
Y tomaron nuevas decisiones.
Y soñaron nuevas visiones.
Y crearon nuevas formas de vida.
Y sanaron la tierra completamente.
Tal y como ellos fueron curados.
El poema que me llega aparece firmado así: K.O’Meara – Poema escrito durante la epidemia de peste en 1800.
Varios días antes me había llegado la versión original a través de otra amiga, Almudena, que me aclara: “ Kitty O’ Meara está viva y es de Wisconsin, USA. Alguien se ha inventado lo de la peste de 1800. Lo ha escrito ahora, por lo que estamos viviendo…..” y pronto comprobamos que así es:
Hoy mismo, mientras escribo este post, mi marido recibe este mensaje de otro amigo: “Trailer de una película protagonizada por Matt Damon que todavía no se ha estrenado y fue rodada el pasado año 2019. Se iba a estrenar este año… ¿Es de locos… no?” El mensaje venía acompañado de este trailer:
Mientras lo veíamos, reconozco que con los pelos de punta porque es un escenario muy parecido al que puede generar ahora mismo el COVID 19, hemos ido rápidamente a comprobar si la película verdaderamente se había rodado en 2019… y hemos descubierto que fue rodada y estrenada en 2011. Su inspiración fue la epidemia de Gripe A del 2009-10, pero es mucho más inquietante relacionarla, en una nueva tesis “conspiparanoica”, con lo que estamos viviendo ahora mismo.
Y todo esto, por no contar los innumerables clips de vídeos diciendo que alguien se ha suicidado tirándose desde una ventana porque no aguantaba el confinamiento; que a no sé cuántos Ministros y al propio Presidente les tenían reservadas alas enteras de hospitales públicos mientras la pobre gente de a pie perecía sin derecho a tratamiento, o lo más peligroso: supuestos remedios que van a acabar con el virus, como hacer vahos de vapor o ingerir dióxido de cloro…
Y así sucesivamente…. No me extraña que mi buena amiga Malusa me escribiera hoy desde México diciéndome esto: “Lo que también es un horror por acá es la sobreinformación sin fundamentos; los chats están llenos de noticias falsas y hoy TODOS son expertos en epidemias (…) la gente es muy morbosa, les encanta hablar mal de todo y compartir noticias terribles, dan cátedra (…) a este paso, me voy a quedar sin amigas (…) participo cada vez menos en chats”.
Y mi primo Manolo, cuya novia es enfermera (no debe ser nada fácil sobrellevar esta tensión a diario cuando eres sanitario o convives con un profesional que lo es) me decía hoy: “voy a acabar esta cuarentena con 4 kilos de más y 40 contactos de menos en la redes sociales”, manifestando el mismo hartazgo sobre los comentarios y las noticias falsas, que no aportan, que no construyen o que destilan rencor al que piensa diferente. Hasta mi amigo Alfredo Corell, catedrático universitario en epidemiología, ha difundido un vídeo en redes en que nos insta a “poner en cuarentena” todo lo que nos vaya llegando por las redes, porque gran parte de estos mensajes solamente son bulos. Me encanta su Hashtag: #SiNoAportasAparta.

Ya he dicho en alguna ocasión que una de las grandes tareas pendientes que tiene la educación de este país es enseñar a analizar la información y a tener más pensamiento crítico. Aprendamos esta lección y pongámonos manos a la obra cuanto antes.
Como digo, me preocupa el efecto que todas estas noticias puedan tener en el estado mental de muchos, durante este confinamiento. Ayer, en la radio (que estoy eligiendo más y más estos días, en lugar de la televisión o el internet) escuchaba a una doctora que trabaja en un geriátrico decir esto: “nuestros mayores se merecen también otras noticias; no solo escuchar que son ellos los que mayoritariamente están enfermando, y que si empeoran fatalmente, no van a tener ni siquiera un respirador y sus familiares no van a poder despedirse de ellos”. Me emocionó escuchar esta contundencia. Y es que, como también decía estos días en las redes mi amigo Michael Rete, de Australia Study, “(…) parece que algunos medios de información están empeñados en resaltar lo negativo y jamás mencionan lo positivo (…). la gente, la sociedad que se forma un criterio creyendo en sus palabras (…) va adquiriendo una visión obscura, sin salida (…). No podemos vivir sin esperanza, debemos plantearnos metas y que estas sean alcanzables (…) con valor, con visión objetiva, ni con optimismo exagerado que nos conduzca a una sobreestimación de las medidas tomadas”.
Y es que es complicado mantener la inteligencia emocional cuando nuestro cerebro está siendo bombardeado de tanta negatividad. A través de la neurociencia sabemos que nuestro cerebro límbico, que está formado por regiones como el tálamo, el hipotálamo, la amígdala o el hipocampo, entre otros, es muy sensible a la recepción de imágenes o noticias negativas. La amígdala, por ejemplo, se estimula con las sensaciones de miedo e inunda el cuerpo con cortisol, la hormona del estrés. Lo pude ver durante los primeros días de esta crisis, según la infodemia se iba instalando poco a poco, cuando mi hijo hacía videollamada desde Noruega, agobiado a diario por cómo estaba la familia; le llevaban demasiadas malas noticias….
Sin embargo, cuando al hipocampo le mostramos imágenes positivas, favorecemos la aparición de otros neurotransmisores, que ayudan no solo a la calma, sino a procesos memorísticos y de aprendizaje. No me extraña que mi amiga Mercedes y algunos de mis compañeros de Educando pidan estos días que le enviemos fotos de la primavera que empieza a brotar en nuestros jardines y patios privados. Su petición no solo tiene que ver con el encierro, sino con la necesidad de contrarrestar la exposición enfermiza a tantas “noticias” terribles.

La neurociencia también nos ha enseñado que participar en actividades grupales libera dopamina, entre otros neurotransmisores. La dopamina reduce la ansiedad. Así que, si vamos a estar estos días hiperconectados, hagámoslo para hablar por videoconferencia con nuestros amigos y seres queridos. Vernos las caras, escuchar nuestras voces y tener un verdadero diálogo va a ser mucho más efectivo para nuestro cerebro que enviar doscientos mensajes bien intencionados con consejos, artículos de opinión, notas de voz, chistes, canciones o clips de vídeos.

Y si hay que seguir asomándose a menudo a Twitter, busquemos esos hilos en que la gente recopila todas las muestras de solidaridad y de cuidado mutuo que se están generando en estos días. Aunque en lugar del “pajarito azul virtual” quizás sea una mejor idea asomarse por la mañana a la ventana y darnos cuenta de que los gorriones están volviendo a la ciudad y que están felices, piando como locos, en este aire más limpio que nuestro parón ha permitido recuperar.
De hecho, creo que esta cuarentena es realmente la ocasión que necesitábamos para conectar con nuestro hálito y nuestra consciencia, y respirando el aire de la mañana, agradecer que estamos vivos y que la Vida nos ha dado esta oportunidad de conectarnos de otros modos.
Fantástico, calmado, reflexivo, con contenidos muy interesantes : posturas de distintos pensadores, peligros de la educación telematica, necesidad emocional de exponernos a mensajes e imágenes de naturaleza… Muy recomendable!!! ???
Gracias por tu comentario, María Jesús.. Siempre pensé que la escritura era un hermoso modo de construir y de ver visiones opuestas como complementarias y enriquecedoras. Un abrazo.
En la vorágine de informaciones falsas o incluso ciertas, pero intrascendentes, algo digno de leerse y que nos aporta.
Muchas gracias Eva.
Gracias a ti por tu lectura y comentario, Rafael. Un abrazo.
Gracias Eva ❤. Siempre aportando luz.
Un artículo completísimo y enriquecedor a todos los niveles. Gracias
Decía una canción de Álvaro Fraile que «si se trata de brillar, que sea siempre para alumbrar», y lo único que hago es extender la luz que otros me traéis en forma de inspiración o reflexiones compartidas.
Un abrazo, Elena
Estoy escuchando en la cadena Ser hablar sobre cómo se va a abordar el próximo curso escolar. De la misma, me he puesto a releer tu blog. Después he salido a la terraza. Mi planta más mimada ya está en flor.
Muchas gracias, Eva!
A ti por revisitarnos, Cristina. Un fuerte abrazo, y esperemos que todo esto quede pronto en algo superado de lo que nos hayamos llevado muchos aprendizajes para crear un mundo mejor.