¿Por qué está el discurso educativo tan crispado y quién gana con este enfrentamiento vitriólico entre los defensores de la escuela pública, la concertada y la privada? ¿Quiénes son los “pescadores” que salen ganando en este “río revuelto”?
Escucha activa y deseo genuino de comprender
Mi tiempo profesional en Educando se divide en impartir formación continua a profesores de los tres sectores educativos en España: la enseñanza pública, la concertada y la privada, acompañar a las instituciones en sus procesos de innovación educativa y hacer consultoría estratégica y de gestión para ayudar a establecer la “carta de navegación” a equipos directivos, en este mar proceloso de cambio educativo y social. Es cierto que trabajamos también con instituciones de allende los mares, pero hoy me quiero circunscribir fundamentalmente a lo que sucede en nuestro país.
Paso muchas horas escuchando y analizando datos. Estamos en la era de la información y el conocimiento, y en el equipo de Educando sabemos a ciencia cierta que adoptar una actitud de escucha activa nos ayuda a entender la idiosincrasia de cada organización para atenderla de modo “artesano”. Además, la escucha activa y el deseo sincero de comprender la circunstancia del Otro nos empodera como personas y especialistas de la educación.
En ese proceso de escucha activa, en alguna ocasión me sorprende la virulencia del discurso de unos profesores en contra de otros o de unos sectores en contra de los demás, cuando hablamos de “lo que hay que arreglar en la educación”. La sensación que tengo es de estar en un PimPamPum constante, en el que los proyectiles son los durísimos reproches que unos lanzan a los otros. En lugar de buscar soluciones que nos valgan a todos, nos atacamos. A ratos, escuchando la crispación de docentes, alumnos y familias, veo que las descalificaciones suben a un nivel burdo y tabernario… Y yo no sé al resto de los educadores, pero a mí a menudo esas palabras vitriólicas me hacen daño y para protegerme tengo que anclarme en imágenes visuales de concordia educativa. Porque sé que la solución está en la profundidad del discurso, en la convergencia de lo importante y no en el enfrentamiento lacerante. Para solucionar esto, no necesitamos crispación o desencuentros. Necesitamos diálogo y espacios para el debate, diversidad de miradas, rigor en los datos y sobre todo respeto.
Un sano debate

Acabo de volver de Valencia, donde el día 1 de abril tuve la inmensa suerte de participar de una mesa redonda en el simposio educativo ESIC IMAT 2019, del que hablo más extensamente en otro post. El tema a debatir era “El cambio del centro ante una innovación transversal”. En esa mesa redonda estábamos sentados, además de la autora, Emilio Torres, Director pedagógico de una consultora educativa, Jorge Paredes, Director de un CEIP; centro de ed. Infantil y Primaria del sector público, Jorge Largo, Director de un colegio concertado; Enrique Maestu y Luis Jerónimo, ambos directores de dos de los colegios privados de más solera y recorrido en Madrid. La mesa la moderaba Carlos Llorente, experto en Marketing para educación y, como a él le gusta describirse, cuarta generación de una familia dedicada desde hace décadas a esto de educar.
Lo que sucedió en la mesa redonda se me antoja un ejemplo a pequeña escala de lo que debería ser hablar de educación: un debate rico, caleidoscópico a ratos, con lógicos matices, porque diversos son los contextos de la escuela pública, concertada y privada y los ecosistemas que ocupan nuestras instituciones. Sin embargo, siempre dejando claro que el diagnóstico construido entre todos tenía claros los argumentos más importantes, que eran comunes y en los que todos estábamos de acuerdo. Para mí, el primero en orden de importancia es que la innovación ha de tener siempre como objetivo la educación del ser, la educación integral entendida como Derecho Humano Universal, donde nadie quede atrás. El segundo, que se trata de cuidar a las personas que forman la comunidad educativa, englobados todos los “grupos de interés”: aprendices, docentes, familias y personas del entorno. El tercero, que la visión de hacia dónde vamos ha de ser co-creada y compartida con toda la comunidad, para lograr la implicación de todos. Y es evidente que cada comunidad tendrá visiones particulares, en función de ese contexto privativo que cada uno ocupa. El cuarto, que esos grupos han de caminar unidos, no verse como enemigos mutuos. Quien piensa diferente enriquece nuestra mirada, nos completa, nos obliga a escuchar con mayor atención y menos prejuicios.
Todo lo que se habló en esa mesa, fuera de estos puntos, eran matices que enriquecen y aportan al discurso pero lo esencial de la discusión fue lo que acabo de reseñar. Al acabar la sesión, nuestro moderador se reía: “no hemos podido tener debate porque todos coincidían, al final”.
Razones para el optimismo
Y es que la mirada tiene que ser ante todo optimista para superar la crispación. Como ha dicho nuestro admirado Carlos Magro recientemente, en una entrevista concedida a Diario de la Educación, hay muchas buenas noticias que celebrar. En los últimos 30 años nos hemos puesto casi al mismo nivel que muchos de nuestros vecinos europeos en materia de innovación educativa, aunque partíamos de una situación mucho más atrasada. No puede ser casual que en los últimos 50 años, seamos el país que más ha mejorado de la OCDE, junto con Corea del Sur. Algo tendrá que ver una mejor educación en todo esto.
“Hay miles de docentes haciendo las cosas de manera distinta. Hay cientos de escuelas con proyectos interesantísimos, independientemente de su titularidad y sus condiciones. Tenemos un montón de ejemplos de buenas prácticas individuales, colectivas, en públicos y privados”, dice Carlos Magro.
Yo así lo voy constatando también en mis numerosas visitas a centros, en mi labor con Educando. La verdadera innovación viene de las comunidades educativas, entendidas en sentido amplio. No de las administraciones ni de las leyes educativas, por excelentes que pudieran ser (dejando claro que no siempre lo son, como ya sabe el lector). Eso sí, queridos compañeros de profesión, para criticar las leyes, hay primero que leerlas… que en este bendito país somos muy de criticar aquello que ni conocemos. Y así no hay quien construya nada.
¿Vamos a dejar que nos crispen?

En fin, que para cerrar este post me pregunto ¿por qué ese PimPamPum del que hablaba al comienzo? ¿Cómo es que las opiniones sobre la educación están tan divididas y tan enconadas? ¿A quién le interesa este enfrentamiento de los profesionales de la educación, de las familias y aprendices usuarios de un tipo y otro de escuela? La ignorancia siempre fue atrevida. Muchas de las afirmaciones falaces, irracionales y despiadadas que escucho se basan en medias verdades, desinformaciones sabiamente extendidas como un virus imparable. ¿Quiénes son los responsables? En alguna ocasión, incluso “educadores” que se dedican a dar mandobles a diestro y siniestro desde sus blogs o cuentas de twitter, pero eso es en menor medida. La mayor parte de las veces, resulta que son voceros que ni siquiera se dedican a la educación y que no pretenden desde luego mejorarla, porque tener una ciudadanía adormecida, enfadada o dividida es la mejor receta para seguir haciendo lo que les viene en gana. El mejor pacto es no tener pacto, y así seguir campando a sus anchas. Luego, cuando los males sociales suceden, siempre está la (mala) educación para echarle la culpa de todo. La estrategia del “divide y vencerás” siempre ha funcionado y parece que enfrentarnos unos sectores con otros les encanta…. Y mientras esto sucede, otros monopolizan el discurso educativo…. Luego nos quejaremos de que los distintos partidos en liza en esta campaña electoral tienen programas educativos que son un despropósito y que apenas se ha contado con los profesionales de la educación para elaborarlos…. Sometamos a nuestro cerebro reptiliano y vayamos a lo poco importante. Educar para el ser humano integral. Yo no estoy dispuesta a dejarme embaucar por los que buscan dividirnos y enfrentarnos. Menos mal que hay muchos grandes, como Carlos Magro, que impulsan iniciativas como “Calmar la Educación” en su Asociación “Educación Abierta”. 101 propuestas, 101 voces unidas para que no nos dividan. Un mirar caleidoscópico que os invito a leer. Gracias, Carlos, por tu sabiduría educativa.
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