Estamos asistiendo a un cambio cada vez más rápido y urgente en nuestras organizaciones educativas para atender a los retos del siglo XXI. Necesitamos una educación que trabaje decididamente por el respeto a la vida y la dignidad humana, la igualdad de derechos y la justicia social, la responsabilidad compartida de nuestro futuro común, en armonía con el Planeta, y la aceptación de la diversidad cultural y social como la mayor de nuestras riquezas. Los procesos y situaciones de transformación que nos llevarán a este futuro educativo que trabaje por el bien común y la sostenibilidad son maravillosas oportunidades. Sin embargo, sucede con mucha frecuencia que en esa transformación se manifiestan las inquietudes y la incertidumbre en las personas que conviven y habitan nuestros ecosistemas educativos, sean trabajadores, familias o aprendices. La figura del líder como generador de confianza, bienestar, afiliación y sentido de pertenencia e implicación de todos en el nuevo rumbo es fundamental. Pero ¿qué retos afronta ese líder para catalizar las dudas e inquietudes de las organizaciones educativas? ¿Qué es necesario tener en cuenta para implementar exitosamente ese cambio organizacional que nos lleve a una educación comprometida con el bien común y la sostenibilidad, tan necesarios en los tiempos que corren?

No perder el foco: en el centro, el aprendiz y su agencia
Todo cambio tiene que tener muchas aristas y caras, pero un objetivo superior a todos y que nunca se debe perder de vista: que los aprendices mejoren, que aprendan más y mejor, y que puedan poner ese aprendizaje al servicio del bien común, desde un punto de vista humano y humanista, pero a la vez ecocéntrico. Estamos en el momento adecuado para convertir a nuestros niños y adolescentes en verdaderos agentes de cambio. Cualquier transformación educativa debe ir enfocada a una concepción renovada del desarrollo humano y social más justo y viable, siguiendo la Agenda 2030 y los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. El foco está en pensar los nuevos procesos de las organizaciones para facilitar esa agencia del aprendiz, para generar en los estudiantes reflexión, voluntad, asunción de responsabilidades, libertad ejercida desde el pensamiento crítico, acción generadora y creación de nuevo valor social y ambiental.
Comunicar la visión
Los líderes deben saber comunicar claramente la visión de futuro a la que nos va a llevar, como centro, la innovación transversal que pretendemos. Qué vamos a hacer, cómo lo vamos a hacer, y por qué lo vamos a hacer, comunicado de forma efectiva y sintética. Desechemos esas “parrafadas” largas y engorrosas que colgaban en las salas de profesores y que nadie podía recordar en los centros. Es el momento de reformular nuestra visión y comunicarla de forma ágil y comprensible.
Visión compartida
Además de una adecuada comunicación, es fundamental conseguir que sea una visión compartida y construir sus detalles con la comunidad escolar, en la medida de lo posible, para extenderla, globalizarla y matizarla. El líder ha de esforzarse por generar y clarificar canales para que los demás manifiesten sus expectativas, compartan sus preocupaciones y sus ideas, presten sus iniciativas al proyecto global… En definitiva, “hacer colegio”.

Propósito y agencia
Martin Seligman nos recordaba que el verdadero secreto de la felicidad está en entregarnos al servicio de algo que nos trascienda, que mejore al mundo, a las demás personas y que genere una diferencia positiva. Nuestras vidas son más felices cuando tienen un propósito que va más allá de nosotros mismos. José Antonio Marina contaba la historia de los tres canteros en la construcción de una catedral. El curioso paseante se acerca y pregunta al primer cantero“¿qué hace usted?, a lo que este responde: “sudar con este calor y esta maldita piedra, y encima con el capataz vigilando”. Cuando el curioso pregunta al segundo cantero, este le responde “lo que me han mandado: tallo una piedra del tamaño necesario”. Sin embargo, el tercer cantero no había olvidado la grandeza de la obra común, y responde: “¡Estoy construyendo una catedral!”. El líder debe convertir el cambio organizacional en una oportunidad para que todos los grupos de interés (familias, aprendices y trabajadores) sientan la importancia de su aportación.
Empoderar el talento interno, liderazgo compartido
Uno de los tópicos más extendidos en el mundo del liderazgo es “la soledad del líder”. Cada vez somos más conscientes de la importancia del liderazgo compartido, pero para que la Visión y la Misión no se diluyan es necesario que el líder sepa detectar a los intraemprendedores y empoderarlos para co-liderar. Una cuestión muy importante es, pues, detectar aquellos miembros del equipo que están más dispuestos a asumir riesgos, a experimentar, y sobre todo a compartir con los demás su conocimiento y confianza en el proyecto. Esos intraemprendedores nos permitirán, a su vez, generar liderazgo situacional para que todo el mundo sienta su aportación y poder crear redes de transformación en la comunidad educativa.

Recordando a Maslow: generar bienestar y cuidar de las personas
Los cambios suceden de forma más eficiente si tenemos en cuenta las necesidades de los seres humanos que habitan en nuestros ecosistemas escolares. No perdamos de vista la pirámide de Maslow y cuidemos, pues, no solo de las necesidades básicas (la calidad del aire, una buena luz en nuestros colegios, la posibilidad de hidratarse con pequeñas fuentes en pasillos y patios…, cuidar del descanso y evitar sensaciones de incomodidad por malas temperaturas o por dolor físico a falta de mobiliario ergonómico, sino las necesidades de seguridad y protección; las necesidades de afiliación, transformando los escenarios escolares para generar un sentido de pertenencia y aceptación social. Y las dimensiones más importantes: la necesidad de estima y reconocimiento en organizaciones que generan confianza, independencia y libertad, además de aprecio y reconocimiento, y en los que todos pueden mostrar su competencia, maestría, logros… y la valoración de la comunidad, así como la más elevada de todas las necesidades: la autorrealización a través de generar la motivación de crecimiento.

No hay mapas, sino cartas de navegación
En los cambios que nos esperan en los próximos años, el escenario puede ser en ocasiones un mar en calma, pero quizás sea más normal visualizarlo como un océano con fuerte marejada o directamente tormenta… El líder tiene que mantener la flexibiidad, porque no sabemos cuán proceloso se puede poner el mar mientras navegamos, y en lugar de dibujar un mapa sobre terreno medido y estudiado, debería más bien establecer una “carta de navegación” sencilla, fácilmente “desmontable” si surge la necesidad y tenemos que virar rumbo, pero sin olvidarnos que tiene existir un plan con objetivos SMART, metas, responsables…. Que permita a la organización mantener una filosofía LEAN, facilitar la delegación y el cambio ágil.
Lo que no se evalúa, se devalúa
El líder tiene la responsabilidad de dar seguimiento constante a los procesos de transformación, porque “lo que no se evalúa se devalúa”. Necesita establecer claramente las técnicas e instrumentos para medir si la innovación está teniendo el impacto buscado, con buenos indicadores, pocos, claros y suficientes. Y esa evaluación tiene que ser formativa, permitir la reflexión y sobre todo suceder durante el proceso, no tiene sentido que sea solo un suceso, una evaluación de control al acabar el año o cuando se presenten las certificadoras o auditores de turno. Solo así el cambio tendrá un alcance sostenido y efectivo.

Conócete a ti mismo. Las tres H. Equilibrio
El aforismo griego “conócete a ti mismo” que estaba inscrito en el Templo de Apolo en Delfos es una máxima que el líder tiene que aplicarse cada día. El autoconocimiento es fundamental para ser mejores líderes, para dirigir y mantener el rumbo propio, para aceptar sus limitaciones y poder ser coherentes ante el equipo; para generar en las personas confianza, compromiso y motivación, y para orientar las acciones de acuerdo con los propósitos e intereses de la visión compartida de la que hablábamos más arriba.
El líder ha de ser, sobre todo, servicial y humilde, y, como le escuchamos recientemente a Eduardo Gómez Martín (ESIC) practicar las “tres H”: Heart-Habit-Harmony. Solo desde el hábito y el trabajo constante, dictado por el corazón con el fin de generar armonía y bienestar en nuestros equipos, y cuando el líder se pone decididamente al servicio de las personas que conforman la organización, se consiguen los logros que perseguimos.
Los líderes tienen también la obligación de cuidarse, protegerse y prepararse para enfrentar los cambios y manejarlos (el mar puede volverse muy proceloso, como hemos dicho arriba); enfocarse en lo que sí está sucediendo en lugar de echar de menos lo que aún está por venir; concentrar las energías cuando algunas personas de la organización planteen resistencia a salir de la zona de confort. Finalmente, los líderes tienen que aceptar también las críticas y saber enfrentarse a las dificultades incluidas en el hecho de que compañeros y familias no entiendan la ruta trazada para la institución.

En resumen
Decía Juan José Bertamoni (2006) que el liderazgo capaz de conseguir transformaciones ha de estar basado en cinco principios:
1. Persuasión: Un líder comparte y comunica sus razones, defiende con firmeza la visión, pero manteniendo un auténtico respeto por las ideas y perspectivas de los demás.
2. Paciencia: el líder ha de ser tolerante con el proceso de aprendizaje, con las personas y consigo mismo, aceptando limitaciones y escollos en el camino; mantendrá así una perspectiva a largo plazo a pesar de los posibles errores.
3. Integridad: mantener la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, con el único propósito de contribuir al Bien Común y ayudar a los demás (líder servicial).
4. Consistencia: el estilo adoptado por el líder se convierta en su marco de valores, no es una técnica pasajera o útil para salir de una crisis o de una circunstancia temporal. Su estilo ha de ser reconocible y sostenido en el tiempo.
5. Bondad: la sensibilidad y la consideración con los demás son, probablemente, las herramientas más importantes para apuntalar y mantener sana una relación con el resto de personas del equipo y la comunidad escolar.
Dedicado a todos los líderes que me han inspirado. Y en especial, a cuatro grandes líderes en Educando: Andrés, Jesús, Isabel y Elvira. A vosotros, compañeros, por vuestras inestimables enseñanzas.
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